Se han hallado restos de presencia humana en la edad del
Bronce en las cuevas de La Peña.
Según parece 1559, don Fadrique Enrique de Rivera, duque de
Alcalá, compraba los lugares de Galaroza y Alájar pertenecientes a la villa de
Aracena.
La leyenda de este territorio se hace realidad en la época
musulmana, que le bautiza con el nombre de Alájar, “la piedra”, por La Peña. De esta época es el
casco urbano más antiguo, típico trazado árabe de callejuelas estrechas y
reviradas. En la reconquista, Alájar fue tierra de frontera y litigio entre las
coronas de Castilla y Portugal, interviniendo en su toma la orden militar de
Santiago, quien la obtuvo como lugar de señorío. Un núcleo importante se asentó en los Llanos
de Orullos, donde se construyó la iglesia
En el año 1702 Alájar se independiza de Aracena. La economía
rural se diversificó con un sustancioso incremento de la actividad ganadera y
la presencia de comerciantes que eran necesarios "por no producir la
tierra para mantener a tanta gente". En 1752 el catastro del Marqués de la Ensenada contabiliza 397
vecinos, y en 1786 el censo se eleva a 1.875.
En 1640 la aldea de Alájar, junto a Aracena pasan al señorío
del Conde Duque de Olivares. En esta época, los señores ejercen presión
tributaria sobre Alájar, y la misma ciudad de Aracena la presiona en exceso,
hasta tal punto que la relación de vejaciones, así como el cobro de los débitos
reales y penas, provocaron la huida de varios vecinos a otras partes. Estas
razones obligan a pedir continuamente su independencia de Aracena.
En 1857, la rebelión de las minas de San Miguel en
Almonaster estuvo protagonizada por naturales de Alájar y fue una revuelta
elemental contra la miseria. De esta forma se abren las puertas a un siglo XX
donde comienza un proceso migratorio a zonas que ofrecían mejores oportunidades
de susbsitencia que el campo. La
Cuenca Minera de Riotinto, Cataluña o el Levante son
los destinos mayoritarios de esos emigrantes.
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